Dios nos da una promesa y luego prueba nuestra fe en esa promesa..
La forma en que respondamos a la prueba de Dios le mostrará que estamos listos o no para Su sueño para nuestras vidas, así que no te rindas.
Dios probó a Abraham. Abraham iba a ser aquel por quien todas las naciones serían bendecidas, y Dios tenía que saber si estaba listo para ser el padre de la fe. No nos gusta la idea de poner a prueba a las personas que amamos, pero la Biblia entiende que Dios tiene que probarnos para nuestro propio crecimiento espiritual.
Dios probó a Abraham para que su relación pudiera desarrollarse. No era una especie de juego con Dios. Dios realmente quería saber si Abraham podía confiar absolutamente en él, y no había forma de que pudiera averiguarlo hasta que Abraham se viera en una situación en la que no tenía nada de lo que depender sino de la promesa de Dios.
A veces Dios tiene que probarnos para permitir que nuestra relación pase al siguiente nivel. Si todo se mantuviera tranquilo, si todo fuera de bendición, si no hubiera lugar para la duda, nunca aprenderíamos a confiar absolutamente en Dios. Dios realmente quiere saber si confiaremos en Él..
Recuerde que esta lucha desarrollará nuestra resistencia, profundizará nuestra paciencia y aumentará nuestra resiliencia (la capacidad de recuperarse rápidamente de las dificultades).
Dios no le pidió a Abraham que hiciera algo que Dios mismo no haría.
Cuando Dios el Padre estaba listo para sacrificar a Su Hijo a quien amaba, Su único Hijo, no había ningún ángel allí para detener Su mano. No había una voz humana que le dijera que se detuviera…
Dios hizo todo lo necesario para cumplir su promesa de que haría de Abraham una bendición para todas las naciones.
Incluso a costa de Su propio Hijo, Dios cumplió Su promesa. Así de grande es Su amor. Por eso, incluso en medio de una prueba que parece imposiblemente dura o incluso absurda, podemos confiar en su promesa de vida.
“Con todo esto a nuestro favor, mis queridos amigos, manténganse firmes. Y no te contengas. Entregaos a la obra del Maestro, seguros de que nada de lo que hacéis por Él es una pérdida de tiempo o de esfuerzo…” (1 Corintios 15:58).